El concepto del dios de los judíos como antagonista de la humanidad no es un invento de Anno. Es un elemento central en el gnosticismo, una religión cristiana de los primeros siglos de nuestra era.
Décadas después de la crucifixión, los patriarcas cristianos se esparcieron por el mundo afirmando que Jesús era el hijo de Dios, lo que inmediatamente llevaba a la pregunta de qué a dios se referían. Una parte de la comunidad cristiana, los fideocristianos, consideraba el evento esencialmente como un nuevo capítulo de la religión judía. Otra parte, que eventualmente se convirtió en el catolicismo, aprovechó la oportunidad para reinterpretar la cosmovisión judía a través de una lente helenística, incorporando valores y conceptos grecorromanos a una base mitológica semita.
Un tercer grupo, los gnósticos, decidió que si iban a hacerla, iban a hacerla bien. Afirmaban que Yahveh el dios de los judíos era una figura antagónica, confundida o incluso perversa, que en su ignorancia había creado un Universo material imperfecto, y encerrado las almas humanas en cárceles de carne, de las cuales Jesucristo, como emisario del Verdadero Dios, había venido a liberarnos. De esta forma, esa secta cristiana cortó todo lazo con la mitología semita, y se configuró como una religión totalmente nueva, fundamentalmente apoyada en los valores filosóficos y espirituales griegos.
Lamentablemente para ellos, los católicos consiguieron sponsors en el gobierno romano, y se les adelantaron en la carrera por establecerse como los verdaderos representantes de Cristo. Cuando se convirtieron en la religión oficial de Roma, declararon que el gnosticismo constituía una herejía, y borraron a sangre y fuego prácticamente todo rastro gnóstico de la historia, usando las mismas metodologías correctivas que un par de siglos antes los romanos habían usado contra ellos.
Durante casi 2.000 años solamente supimos de los gnósticos a través de las críticas de los autores católicos, hasta que en 1945 se descubrió una colección de documentos (la biblioteca de Nag Hammadi) que nos permitió reconstruir al menos una de las vertientes de la doctrina gnóstica. Ese evento puso de moda una especie de "revisionismo cristiano", que generó una infinidad de teorías conspirativas exo- y esotéricas que inspiraron a Anno cuando se sentó a escribir Evangelion.