El Poeta maldito

Hay suficiente traición y odio,
violencia.
Necedad en el ser humano
corriente
como para abastecer cualquier ejercito o cualquier
jornada.
Y los mejores asesinos son aquellos
que predican en su contra.
Y los que mejor odian son aquellos
que predican amor.
Y los que mejor luchan en la guerra
son -AL FINAL- aquellos que
predican
PAZ.
Aquellos que hablan de Dios.
Necesitan a Dios
Aquellos que predican paz
No tienen paz.
Aquellos que predican amor
No tienen amor.
Cuidado con los predicadores
cuidado con los que saben.
Cuidado con
Aquellos que
Están siempre
Leyendo
Libros.
Cuidado con aquellos que detestan
la pobreza o están orgullosos de ella.
Cuidado con aquellos de alabanza rápida
pues necesitan que se les alabe a cambio.
Cuidado con aquellos que censuran con rapidez:
tienen miedo de lo que
no conocen.
Cuidado con aquellos que buscan constantes
multitudes; no son nada
solos.
Cuidado con
El hombre corriente
Con la mujer corriente
Cuidado con su amor.
Su amor es corriente, busca
lo corriente.
Pero es un genio al odiar
es lo suficientemente genial
al odiar como para matarte, como para matar
a cualquiera.
Al no querer la soledad
al no entender la soledad
intentarán destruir
cualquier cosa
que difiera
de lo suyo.
Al no ser capaces
de crear arte
no entenderán
el arte.
Considerarán su fracaso
como creadores
sólo como un fracaso
del mundo.
Al no ser capaces de amar plenamente
creerán que tu amor es
incompleto
y entonces te
odiarán.
Y su odio será perfecto
como un diamante resplandeciente
como una navaja
como una montaña
como un tigre
como cicuta
Su mejor
ARTE.

"EL GENIO EN LA MULTITUD"

CHARLES BUKOWSKI

No hay pija que le venga bien a ese tipo

Sos vos willy

Aguante el paraguayo romero

La idea es colgar más poemas podridos o reflexiones, tanto de bukowski como de otros escritores

"La guerra estaba yendo bastante bien en Europa. Al menos para Hitler. La mayoría de los estudiantes no se pronunciaban sobre el tema. Pero los profesores auxiliares eran casi todos izquierdistas y antihitlerianos. Parecía no haber derechistas entre los profesores, exceptuando al señor Glasgow, de Económicas, y lo era con discreción.

Lo correcto, intelectual y popular, era ir a la guerra contra Alemania para detener el avance del fascismo. En mi caso no tenía ningunas ganas de ir a la guerra para salvar mi modo actual de vida o el posible futuro que me esperaba. Yo no tenía Libertad. No tenía nada. Con Hitler quizás obtuviera un coño de cuando en cuando y una paga semanal de más de un dólar. Además, como había nacido en Alemania, tenía una cierta lealtad natural y no me gustaba ver cómo equiparaban a todos los alemanes con monstruos e idiotas. En los cines aceleraban las imágenes de las noticias para hacer que Hitler y Mussolini parecieran locos frenéticos. También, con todos los profesores en contra de Alemania, descubrí que personalmente me era imposible simplemente estar de acuerdo con ellos. Sin sentirme alienado, pero sí naturalmente contrariado, decidí oponerme a sus puntos de vista. Nunca había leído el Mein Kampf ni tenía deseos de hacerlo. Para mí, Hitler sólo era otro dictador, sólo que, en vez de mis regañinas a la hora de cenar, probablemente me volara los sesos o las pelotas si iba a la guerra a intentar pararle.

Algunas veces, cuando los profesores hablaban y hablaban sobre los horrores del judiosmo (nos enseñaron a escribir «judio» con «n» minúscula, incluso si encabezaba una frase) y el fascismo, yo me ponía en pie de un brinco y soltaba algún comentario:
—¡La supervivencia de la raza humana depende de una selección
responsable!
Lo que significaba: vigila con quién te vas a la cama; pero yo sólo sabía
eso. Realmente mosqueaba a todo el mundo.
No sé de dónde sacaba mis discursitos:
—Uno de los errores de la democracia es que el voto universal da lugar a
un líder común que nos conduce a una vida vulgar, apática y predecible.

Evitaba cualquier referencia directa a los judíos y los negros, los cuales nunca me habían ocasionado ningún problema. Todos mis problemas provenían de los blancos no judíos. Por lo tanto yo no era un judio por temperamento o elección; fueron los profesores los que me hicieron seguir esa línea por parecerse y pensar como ellos y encima tener un prejuicio antialemán. Además yo había leído por ahí que si un hombre no creía o entendía verdaderamente la causa a la cual se adhería, de algún modo podía ser más convincente, lo que me daba una considerable ventaja sobre los profesores."…

Miren lo que el liberalismo le hizo al pobre hombre

Nada más de pseud normie asqueroso que te guste la "poesía" de éste degenerado. 0 rima, ritmo, aliteraciones, métrica, etc. Éste post seguro suena mejor que cualquiera de las boludeces que escribió el borrachín ese. Por culpa de éste salame "minimalista" ahora tenemos la poesía chota de instagram. Seguro que también te gustan Cortázar y Cohelo y seguís páginas de literatura en facebook en las que suben memes de los simpsons con referencias a Derrida, mogólico.

No te cree nadie nasi de mierda.

Por lo leido, veo que les gustan los threads de nenes hiatericos, los patchiposters y nenes voxeros dobleposteadores.
Ahi tenés el problema nacional, se pierde demasiado el tiempo criticando.

Poesía con rima, la concha de tu madre, Calamaro.

No, me gusta la poesía y la literatura, y esto es una mala imitación de ambas.

I

En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.

Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.

Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.

En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.

II

Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.

No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta su albedrío y su jornada.

También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.

Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?

Buen poema, mi preferido de JLB es el "Poema de los Dones". Tiene un par que son interesantes.

Ahi va, buen aporte chori.
Una cosa no quita la otra, no seas zurdo cuadrado metido en un concepto subjetivo de lo que es un género. Elevate de esa mierda, no podes andar comparando damas gratis con radiohead, pedazo de nabo. Pensá boludo, no discutas al pedo, lo entiendería si es un bait, pero este tipo de razonamiento es demasiado común: "el porro es bueno porque cura el cáncer". Dale boludo, media pila.

"Me alegraba de no estar enamorado, de no ser feliz con el mundo. Me gustaba estar en desacuerdo con todo. La gente enamorada a menudo se ponía cortante. Perdían su sentido de la perspectiva. Perdían su sentido del humor. Se ponían nerviosos, psicóticos, aburridos. Incluso se convertían en asesinos"

"Nuestra profesora de Inglés, la señorita Gredis, era la más buena de todas. Era una rubia con una larga y afilada nariz. Su nariz no era en absoluto perfecta, pero no te dabas cuenta si le mirabas el resto. Llevaba vestidos ajustados y escotes bajos, zapatos negros de tacón alto y medias de seda. Tenía un cuerpo de serpiente rematado por unas largas y hermosas piernas. Sólo se sentaba tras su mesa cuando pasaba lista. Dejaba un pupitre vacío en la primera fila y, tras pasar lista, se sentaba sobre el pupitre encarándose a nosotros. La señorita Gredis se sentaba bien alta con sus piernas cruzadas y la falda subida. Nunca habíamos visto tales tobillos, tales piernas, tales caderas. Bueno, también Lilly Fischman, pero Lilly era una adolescente crecidita mientras que la señorita Gredis estaba en plena flor. Y nosotros podíamos verla a diario durante una hora completa. No había un solo chico en la clase que no se entristeciera cuando el timbre marcaba el final de nuestra sesión de Inglés. Hablábamos mucho sobre ella.
—¿Tú crees que quiere que se la folien?
—No, creo que le gusta tomarnos el pelo. Sabe que nos enloquece y eso

le basta, no quiere otra cosa.
—Yo sé dónde vive. Voy a ir allí alguna de estas noches.
—¡Seguro que no tienes cojones!
—¿Ah, no? ¡La follaré de tal modo que sacaré la mierda de sus entrañas!
¡Está pidiendo que se lo hagan!
—Un chico que conozco de octavo grado dijo que fue una noche a su
casa.
—¿Ah sí? ¿Y qué pasó?

—Abrió la puerta vestida con un camisón y con las tetas prácticamente sobresaliendo. El chico dijo que se había olvidado de cuáles eran los deberes para el día siguiente y venía a preguntar. Ella le hizo entrar.
—¿Y no hubo tomate?
—Sí. No pasó nada. Ella le hizo un poco de té, le dijo cuáles eran los

deberes y él se fue.
—Si llego a entrar yo, ¡me meto dentro de verdad!
—¿Ah sí? ¿Qué hubieras hecho tú?

—Primero la hubiera penetrado por detrás. Luego me hubiera comido su coño, después me la frotaría contra sus pechos y luego la forzaría a que me la mamara.
—No fanfarronees, soñador. ¿Te has acostado siquiera alguna vez?
—Cojones que sí. Me he acostado. Varias veces.

—¿Y cómo fue?
—Pringoso.
—No te podías correr, ¿eh?
—Mojé todo el lugar. Creí que nunca pararía.
—Te mojastes toda la palma de la mano, ¿no?
—¡Ja, ja, ja!
—¡Ah, ja, ja, ja!
—¡Ja, ja!
—Conque te pringaste toda la mano, ¿eh?
—¡Que os den por el culo, tíos!
—No creo que ninguno de nosotros se haya acostado con una tía —dijo

uno de los chicos.
Hubo un silencio.
—Y una mierda. Me acosté por primera vez a los siete años.
—Eso no es nada. Yo lo hice a los cuatro.
—Seguro, Red, ¡te acostastes en la cuna!
—Lo hice con una nenita debajo de la casa.
—¿Y se te puso dura?
—Claro.
—¿Y te corriste?
—Creo que sí. Algo saltó como un chorro.
—Claro, te measte en su coño, Red.
—¡Y un huevo!
—¿Cómo se llamaba la nenita?
—Betty Ann.
—¡Hostia! —dijo el chico que aseguraba haberse acostado cuando tenía
siete años—. La mía también se llamaba Betty Ann.
—Esa puta —dijo Red.

Un estupendo día de primavera estábamos sentados en clase de Inglés y la señorita Gredis se sentaba sobre el pupitre frente a nosotros. Tenía la falda subida más que otras veces y era terrible, hermoso, maravilloso y obsceno. Tales piernas, tales caderas; nos sentíamos hechizados. Era algo increíble. Baldy estaba sentado en su pupitre contiguo al mío, al otro lado del pasillo. Se inclinó y empezó a darme golpecitos en la pierna con su dedo:
—¡Está rompiendo todos los récords! —susurró—. ¡Mira! ¡Mira!
—¡Dios mío! —dije—, ¡cállate o se bajará la falda!

Baldy retiró su mano y yo esperé. No habíamos alertado a la señorita Gredis. Su falda continuó subida como nunca. Fue un día de los que hacen época. No había ni un chico en clase que no estuviera empalmado y la señorita Gredis continuaba hablando. Estoy seguro que ninguno de los chicos oía una palabra de lo que decía. Sin embargo las chicas se giraban y se miraban unas a otras como diciéndose que esa puta había llegado muy lejos. La señorita Gredis no podía ir muy lejos. Era casi como si ahí arriba no hubiera un coño sino algo muchísimo mejor. Esas piernas. El sol, atravesando la ventana, se vertía sobre esas piernas y esas caderas y jugaba sobre la cálida seda tan firmemente ceñida. La falda estaba tan alta, tan subida, que todos rezábamos por vislumbrar las bragas, por vislumbrar
algo. Jesucristo, era como si el mundo se acabara y empezara y volviera a acabarse, todo parecía real e irreal, el sol, las caderas, y la seda, tan suave, tan cálida, tan fascinante. La clase entera vibraba. La vista se empañaba y volvía a aclararse y la señorita Gredis seguía sentada como si no pasara nada y seguía hablando como si todo fuera absolutamente normal. Eso era lo que hacía del momento algo tan bueno y tan fantástico: el hecho de que ella pretendiera que nada sucedía. Miré a mi pupitre durante un instante y vi los poros de la madera ampliados como si cada veta fuera un remolino líquido. Luego volví a mirar rápidamente a las piernas y las caderas, enfadado conmigo mismo por haber desviado la vista un instante y quizás haberme perdido algo.
Entonces comenzó el sonido: bump, bump, bump, bump…"

Richard Waite. Sentado en la última fila. Tenía unas orejas enormes y unos labios espesos, los labios estaban hinchados monstruosamente y tenía un cabezón enorme. Sus ojos apenas tenían color, no reflejaban ni interés ni inteligencia. Poseía unos enormes pies y siempre tenía la boca abierta. Cuando hablaba, las palabras salían una por una, entrecortadas, con grandes pausas entre ellas. Ni siquiera era un mariquita. Nadie hablaba nunca con él. Nadie sabía qué coño hacía en nuestra escuela. Daba la impresión de que algo importante faltaba en su atuendo. Llevaba ropa limpia, pero su camisa siempre se salía por atrás y uno o dos botones faltaban siempre en su camisa o en sus pantalones. Richard Waite. Vivía en algún sitio e iba a clase todos los días.
«Bump, Bump, Bump, Bump…»

Richard Waite se la estaba pelando, una dedicatoria a las caderas y piernas de la señorita Gredis. Por fin demostraba alguna debilidad. Quizás no entendiera para nada los hábitos de la sociedad. Ahora todos le oíamos. La señorita Gredis le oía. Las chicas le oían. Todos sabíamos lo que estaba haciendo. Era tan jodidamente estúpido, que ni siquiera tenía el sentido común suficiente para no hacer ruido. Y cada vez se excitaba más y más. Los golpes aumentaron de volumen. Su puño cerrado golpeaba los bajos de su pupitre.
«BUMP, BUMP, BUMP, BUMP…»

Todos miramos a la señorita Gredis. ¿Qué es lo que haría?

Normie confirmado.

Cortala flavio, no comiences con la proyección

Bump bump bump

Que manga de maricones que son che. En mi epoca si usabas colores en la escuela te cagaban a piñas por puto.

Se los advertí, ahora realmente tienen un tablón de mierda manejado por el mismo forro monotemático

Bump porque no es sobre el gordo larpero

"Aquellos que predican amor
No tienen amor."

"Cuidado con aquellos que censuran con rapidez:
tienen miedo de lo que no conocen."

QUE VIVA LA CULTURA, QUE VIVA LA POESIA